En diciembre pasado, el Directorio de la minera canadiense Teck entregó su visto bueno para la construcción del proyecto Quebrada Blanca 2 (QB2), una decisión que -dada la inversión requerida de US$4.700 millones- fue posible gracias al cierre de una alianza estratégica con el consorcio japonés Sumitomo Corporation.

Según el acuerdo, Sumitomo Metal Mining Co. (SMM) y Sumitomo Corporation (SC) aportarán en conjunto US$1.200 millones para adquirir un interés indirecto de 30% en la Compañía Minera Teck Quebrada Blanca S.A. (QBSA). De esta forma, una vez completada la transacción, la propiedad del proyecto quedará distribuida de la siguiente manera: 60% Teck, 30% SMM/SC y 10% Enami.

Este acuerdo comercial se suma a las inversiones que otros grandes grupos japoneses han realizado en las últimas décadas en Chile, como Marubeni, Mitsubishi y Mitsui, transformándolos en actores relevantes del escenario minero nacional, situación reconocida y valorada por el resto del sector.

Álvaro Merino, gerente de Estudios de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), expresa que “para Chile es muy importante que Japón, la tercera economía del planeta y el cuarto socio comercial del país después de China, Estados Unidos y Brasil, invierta en nuestro país, y particularmente en la principal actividad económica como es la minería”.

Una visión que es complementada por el ministro de Minería, Baldo Prokurica, quien resalta que “Japón tiene una gran relevancia y es un socio comercial importante. Yo creo que cada día se está integrando a más proyectos, especialmente tomando en cuenta que no es sólo un inversionista, sino que además trata de asegurarse el concentrado y el cobre, para lo que son sus productos finales. Desde ese punto de vista, consideramos que lo que va a ocurrir es que va a seguir mejorando y aumentando su participación”.

Intereses complementarios

Juan Carlos Guajardo, director ejecutivo de Plusmining, estima que “luego de la entrada en operación de QB2, las compañías japonesas representarán alrededor del 15% de la producción chilena de cobre. Además, tienen un rol importante en la minería del hierro, a través de la Compañía Minera del Pacífico (CMP)”.

Según el experto, esta situación se explica por varios factores, “comenzando por la coincidencia en las necesidades de las compañías niponas y de las nuevas minas chilenas en las décadas de 1980 y 1990. En ese entonces, la minería chilena experimentó un proceso de inversión acelerado, mientras que los consorcios japoneses impulsaron una estrategia de abastecimiento a través de participación en minas, ya que percibieron la necesidad de cambiar la política de abastecimiento que habían aplicado hasta ese momento”.

Esta coincidencia de tiempos e intereses, se materializó a través de participaciones minoritarias en la propiedad de los nuevos proyectos mineros en Chile, aportando una porción significativa del financiamiento; a cambio, se generaron acuerdos de abastecimiento de mineral a largo plazo (off take agreements).

Cabe destacar que esta convergencia de intereses fue posible gracias a la positiva valoración que Chile posee, subraya Álvaro Merino. “Para las corporaciones japonesas hemos sido un país confiable, pues esa condición se ha reflejado en el flujo permanente de inversiones que concurren al país, en representación de los más importantes consorcios mineros del orbe, que han establecido aquí su base de operaciones para América Latina. A este respecto, creo oportuno recordar que lo que distingue y diferencia a los países no son los recursos naturales en sí, sino que la institucionalidad que se dan para hacer un uso eficiente de los recursos de que disponen”.

A ello -agrega- se suma el hecho que desde mediados de 1980, Japón ha enfrentado una realidad macroeconómica que se refleja, entre otros aspectos, en bajas tasas de interés. Por tanto, el menor valor del dinero en ese país ha permitido que su uso en proyectos en el exterior, como los mineros en Chile, sea muy conveniente.

Experiencia y tecnología

La presencia de estas corporaciones japonesas a Chile no sólo ha significado una contribución en términos financieros.

Merino señala que “debemos tener presente que la inversión de Japón ha aportado,  junto con importantes recursos financieros, equipos, bienes y servicios de alta tecnología, como también maquinaria de primer nivel”.

En tanto, Pascual Veiga, presidente de la Asociación de Proveedores Industriales de la Minería (Aprimin), considera que “es un tremendo beneficio que Japón esté tan incorporado con nosotros; por su cultura son gente tremendamente trabajadora, eficiente, orientada a las metas y a la producción, de manera que beneficia a lo que Chile tanto persigue, que es la mejora continua. De hecho, las disciplinas que se usan prácticamente a nivel mundial de incremento de productividad y mejora continua tienen su origen en esa nación.

Sumitomo: tradición más que centenaria

Sumitomo Metal Mining es actualmente la segunda compañía cotizada en bolsa más antigua de Japón, estableciéndose en 1590, época en la que ya estaba vinculada a la minería, pues logró dominar la tecnología de fundición de cobre.

En la actualidad, con operaciones en 15 países y regiones, tiene control directo o intereses en siete minas a lo largo del mundo, siendo en Japón propietaria de la mina Hishikari, la única que opera a escala comercial en el país asiático.

Además, controla directamente o posee intereses en diez refinerías y fundiciones ubicadas en diversos lugares alrededor del mundo, de las cuales siete se vinculan con el negocio del níquel, dos para el cobre y otra para el zinc.

En el caso de Chile, la participación que Sumitomo adquirió en Quebrada Blanca 2 se suma a la que ya posee en Minera Sierra Gorda, que controla la polaca KGHM, y en Candelaria, operada por Lundin Mining.